Pellegrini: “Hay que dejar de psiquiatrizar la pobreza y el delito”
CHARLA. Invitado por la Uader y el programa de prevención del alcoholismo del Hospital Roballos, Jorge Pellegrini estuvo en nuestra ciudad.
josé carminio
Es el actual vicegobernador de la provincia de San Luis y tiene una extensa trayectoria en el campo de la salud pública. Jorge Pellegrini es el impulsor de la llamada “desmanicomialización” de los hospitales psiquiátricos y llegó a Paraná justamente para brindar una conferencia sobre la experiencia que realizó en su provincia. En diálogo con EL DIARIO, el especialista enumeró los principales dramas de la salud pública y pidió que se dejen de psiquiatrizar “la pobreza y el delito”.
El problema, dice Pellegrini, es que en la Argentina el 60 % del presupuesto en salud queda absorbido por el sostenimiento de instituciones de encierro. Es más, dice encierro y también marginación, maltrato y discriminación. Y el drama, puntualiza el especialista, es que “todos sabemos que el manicomio no cura a nadie, como sabemos que la cárcel no rehabilita a nadie, como sabemos que los hogares de niños abandonados son lugares de abuso. Y sin embargo esas instituciones de reclusión se mantienen”.
Jorge Pellegrini estuvo ayer en Paraná y brindó una conferencia en el rectorado de la Universidad Autónoma de Entre Ríos. El actual vicegobernador de San Luis llegó a la ciudad invitado justamente por la Uader, pero también por el Instituto de Psicología Social Enrique Pichón Rivier y por el Grupo Institucional de Alcoholismo que funciona en el Hospital Antonio Roballos.
Antes de su presentación académica, Pellegrini visitó EL DIARIO y especificó que “vine para mostrar cómo ha sido el proceso en San Luis de transformación institucional: de lo que era un manicomio —institución que en realidad es una vergüenza social— a un hospital digno de ese nombre, es decir un hospital hospitalario, que además alumbró todo un modo de pensar la salud y la enfermedad que es nuevo”.
La experiencia ya cumplió 16 años y le valió a Pellegrini la distinción internacional que otorga la Asociación Mundial de Psiquiatría en 2005.
“En este momento esa institución en la que empezamos a trabajar es un Hospital Escuela, desapareció el cronicario y se encontraron nuevas técnicas, nuevos abordajes, nuevos marcos teóricos, que han permitido que la población comprenda —no sólo los profesionales o los pacientes o los trabajadores—, que no hay salud sin libertad, que no hay salud sin derechos humanos, que no hay salud sin justicia, que no hay salud sin trabajo”.
El cambio que plantea Pellegrini no significa “el cierre del hospital y tampoco la expulsión de los enfermos”. La idea es que “todo el hospital se traslada, nosotros le llamamos hospital en la calle”.
Lejos de ese lugar que ocupan los viejos manicomios, donde los enfermos encuentran su lugar definitivo y muchas veces final, el profesional propone un trabajo activo que derriba los muros donde recluyen a los “locos”.
“Es que la enfermedad no se produce en el hospital, va a parar al hospital. Entonces hay que ir a trabajar con la familia, con los vecinos y además hay que atreverse a pensar en nuevas formas de concebir la salud y la enfermedad. Y sobre todo ganar a un sector de la comunidad que pueda pensar que la estigmatización del loco y la locura es una forma más de exclusión social”, postula.
—El psiquiátrico es también una forma de abandono de la familia, cómo se restablece algo que parece quebrado.
—Nosotros, los profesionales y la misma institución tenemos la responsabilidad, porque dejamos a la familia del otro lado de la puerta y se hace un abordaje individual, cuando la locura es una construcción social. Pero por encima de la familia, por encima de la responsabilidad del profesional, hay una responsabilidad indelegable del Estado. Porque para que existan manicomios tiene que haber una política de estado tolerante con los manicomios y que por lo tanto les dedica dinero, los presupuesta.
ENCIERRO. El profesional arremete contra el encierro cómo método y concepto, contra la idea y la finalidad. “Yo no estudié para ser custodio de candado, sino para ser servidor del pueblo argentino en el campo de la salud”. Entonces analiza que “el encierro no tiene nada que ver con un tratamiento. Se han hecho algunos sinónimos falsos: locura igual a peligrosidad y otro es tratamiento igual a encierro. Eso indica que los peligrosos tienen que estar encerrados, cuando en realidad los grandes peligrosos de la Argentina, cuando mucho, están en prisión domiciliaria”.
CRISIS. Pellegrini sostiene que “hoy los grandes problemas de la salud de la población son los que están determinados por la crisis: las distintas formas de la depresión, las distintas formas de los cuadros de pánico y angustia. ¿Usted cree que en la Argentina no hay razones para tener miedos?”, se pregunta.
Otro drama es el alcoholismo, asegura y sostiene que “en el país estamos bordeando los 4 millones de alcohólicos. La pregunta es por qué el Estado no tiene un plan nacional contra alcoholismo”. En ese sentido, apunta que el alcoholismo es justamente uno de los tres principales problemas de la salud pública junto a la mortalidad infantil y la desnutrición. “Somos el único país de América Latina donde la mortalidad infantil el año pasado aumentó”.
Los dramas sociales, sostiene, atraviesan el fondo de todas las cuestiones. “Es hora de dejar de psiquiatrizar la pobreza y el delito”, pide Pellegrini.
En primera persona
“El 40 % de los psicofármacos que se venden en la Argentina son por autoprescripción o porque el vecino te dice te veo medio caído, por qué no tomás tal cosa, y es un psicofármaco. Hay mucha automedicación, hay mucha medicación a partir de los terceros y también excesiva medicación de parte de los profesionales”.
“Yo creo que el medicamento tiene un uso racional, hay momentos en que el medicamento es necesario, pero cuando se transforma en lo único por un tiempo indeterminado, eso ya no es un tratamiento, es otra cosa, la necesidad de ocultar el síntoma y que el loco no moleste”.
“Nadie está totalmente sano y nadie está totalmente enfermo, esto lo dijo un gran sanitarista argentino hace 100 años. Cuando usted tiene personas que llegan al hospital y preguntan por los hijos o si van a poder conservar el trabajo, esto le habla de que esta persona, sumida en un enorme sufrimiento, tiene aspectos sanos para trabajar. Hay que ver al paciente no como una bolsa de signos y síntomas, sino como una persona que tiene tal problema”.
“La internación es pertinente en los casos de crisis, cuando se evalúa que el paciente necesita un ámbito que lo contenga, que lo proteja, que lo respete, que lo cuide, que lo tranquilice. Pero la internación no es reclusión, es un recurso médico como lo es la visita domiciliaria, el psicofármaco, la psicoterapia, las actividades recreativas. Pero tiene que tener un objetivo terapéutico con una duración prefijada. No hay ningún argumento científico que justifique que una persona quede depositada en una institución asilar más de 20 días. Lo que hay es la fuerza de la costumbre, la presión de otras instituciones, el abandono social y el esconder debajo de la alfombra”.
